Noé Baranda y Juan José Pulgar

Del 11 de mayo al 26 de agosto de 2012

LABoral, Centro de Arte y Creación Industrial, Gijón – Asturias

Foto: Re.colectivo, Madieu, Cabranes, 2012, still fotográfico, Noé Baranda

  “Ningún paisaje, vernáculo o de otro tipo, puede ser comprendido a menos que lo percibamos como una organización del espacio; a menos que nos preguntemos a nosotros mismos quién es su propietario o qué uso se hace de ese espacio, cómo fue creado y cómo cambia”.

—    John Brinkerhoff Jackson, Discovering the Vernacular Landscape (1984)

Las transformaciones que se producen sobre el paisaje y el territorio como consecuencia del modelo de economía globalizada, están poniendo en debate el concepto de lugar, concepto que da paso a muchas reflexiones que tratan del espacio como construcción social. La imagen de la aldea global, ese paisaje análogo planetario, es producto de un sueño moderno de homogeneidad, cuya viabilidad se pone en duda cada vez más, dado que la interacción de la sociedad con el entorno en el aquí y el ahora, produce constantemente nuevas formas de lo local. Y es que, espacio y lugar no son meros contextos dentro de los cuales se desarrolla un conflicto determinado, si no que son elementos constitutivos de las formas específicas en que se desarrolla cualquier tipo de acción social. El sentimiento de pertenencia cultural reside en la historia y cultura públicas, un terreno contestado que conforma el poder del lugar acompasando tiempo compartido en forma de territorio compartido.

De esto nos hablan, a su manera, Noé Baranda y Juan José Pulgar en su muestra “Usos y formas”, un trabajo fruto de la investigación realizada en el Muséu del Pueblu d’Asturies en colaboración con la Mediateca de Laboral Centro de Arte. A través de la fotografía, el video y la instalación, estos artistas ensayan nuevas formas de archivo y documentación de la cultura asturiana y reflexionan sobre algunas particularidades del territorio. La muestra es un recorrido por lugares que podríamos llamar comunes, que forman parte del imaginario de muchos asturianos y que van de lo público a lo privado y de la memoria personal a la colectiva. Cada pieza consta de imágenes tomadas del archivo de la fototeca, del álbum familiar o de un registro actual, y con títulos como La mirada inacabada, En construcción, Ciudad residencial, Temporales o Situaciones, nos acercan a una historia que contrasta pasado y presente, confrontando gráficamente cuestiones sobre el desarrollo socioeconómico y los cambios culturales de la región.

La selección de lugares, apuntan singularidades como la Universidad Laboral en instantáneas del proceso de construcción, rehabilitación y nuevos usos. También las ruinas de la ciudad-colonia de Perlora, sueño utópico del desarrollismo, propina del obrero modelo, merecedor de un descanso vacacional al lado del mar. Ambas arquitecturas, nos traen a la memoria reminiscencias de simbologías e ideologías dispares, que impregnaron los sueños de la infancia de mi generación. La playa de Gijón se exhibe en secuencias grabadas en blanco y negro por un aficionado en los años veinte y muestran la actividad de un día de verano. La cámara de hoy busca los mismos lugares y nos ofrece distintos atuendos, cambios en el espacio, en la cualidad de la imagen, y todo se funde en un futuro incierto enmarcado en un monitor que reproduce la clásica imagen de ruido o nieve, sólo posible en los antiguos televisores analógicos. Esa playa, espacio público cuyo disfrute de hoy es deudor de aquel sueño burgués decimonónico, que reflejan lo que pudiera ser concebido como un lugar ideal o utópico, pero que se transforma en lo que Foucault llamaría una heterotopía o lugar existente en la realidad cotidiana que pone del revés los emplazamientos comunes y en los que se manifiestan las relaciones sociales inversas.[1] Y del espacio público a la intimidad familiar, tres pequeñas pantallas muestran imágenes de la niñez de otros tiempos, de una sociedad alejada tecnológicamente, que no posee el recelo de la cámara y la imagen de hoy en día, ingenuidad, inocencia y disfrute lúdico de un juguete pensado entonces para lo doméstico.

Rescatando la labor etnográfica de Fritz Krüger, Modesto Montoto o Ruíz Tilve, se acomodan imágenes costumbristas del paisaje asturiano de ayer y de hoy en una suerte de correlato: la recogida de la manzana, de la escanda o la pose de los lugareños en traje de domingo, se contraponen a la del último madreñero, la manzana que se pudre hoy en el suelo o las viviendas de las mil quinientas. Encuadres casuales que reconocen la incomprensible realidad de hoy, analogías que buscan una identidad y un significado. Pero no sólo el espacio construido hace el paisaje, también el paisanaje, y con un retrato llamado Nuevos pobladores del medio rural, se acercan a una realidad ignorada por la administración y la universidad, el llamado movimiento neorrural. Un retrato del nuevo paisanaje, actores en un escenario que evoluciona y muta y cuya foto, aparentemente fija, nos hace detener la mirada y observar a esos nuevos campesin@s, que ciertamente son, existen, hacen, viven y pueblan el medio rural. Esos, sobre quienes los prejuicios de suciedad, analfabetismo e incultura con los que se relaciona el campesinado de antaño, se convierten hoy en día en rechazo hacia unos pobladores, jóvenes y niños, que suponen mucho más que meras formas de ocupación y de cuya relación con la tierra y su actividad depende el futuro del medio rural. Una evocación de las pinturas realistas de Millet, nueva y necesaria representación del nuevo campesin@ que, a través del gesto del artista que lo representa y lo señala le devuelve dignidad.

El trabajo de estos artistas es un reto a la foto fija de la etnografía y la antropología, de cuyo inmovilismo somos sucesores y cuyo desenlace nos deja en herencia un paisaje arruinado que ya no celebra su historia. Nuevas formas de archivo, una intuitiva mirada en movimiento que con cuidado y sencillez en el montaje, se detiene en algunos fragmentos de la memoria de lo social, que se van perdiendo selectiva y aceleradamente. Un acercamiento, si se quiere, desde la geografía, tímido mapa, Usos y formas, apuntes para una reflexión más profunda sobre nuevas formas de reusar, reciclar y recomponer el pasado. Plantea sutilmente, la inmediata necesidad de conexiones inter-disciplinares que modifiquen la percepción del paisaje, ese texto complejo, intrincado y rico donde se solapan y entretejen las historias de lo público. Plantea la necesidad de las comunidades de preservar su historia y su identidad, la cual está contada en el proceso de construcción del lugar, y adquiere sentido, ese sentido del lugar, a través de los paisajes del trabajo y de las historias territoriales, los edificios y arquitecturas vernáculos, los vecindarios y la extensión desde el vecino, a la ciudad y de la ciudad, a la región. Lugar como algo más que la simple vida cotidiana vivida, como el momento en que lo concebido, lo percibido y lo vivido adquieren una cierta “coherencia”. Acorde al pensamiento de Dolores Hyden, lo que puede interpretar el lugar, es colocar las narrativas de la identidad cultural embebidas en la historia del paisaje, alcanzando así lo social, lo histórico y la imaginación estética.[2]


[1] M. FOUCAULT, Dits et écrits 1984, Des espaces autres (conférence au Cercle d’études architecturales, 14 mars 1967), in Architecture, Mouvement, Continuité, n°5, octobre 1984

[2] D. HYDEN, Place Memory and Urban Preservation, The MIT Press (ed.): The Power of Place, Los Angeles, California, 1997

Ciudad residencial de Perlora, Juan José Pulgar

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